Estoy sentada en el sofá y ya son las 20 h, al ser verano, el sol se pone un poco más tarde de las 21h. Desde aquí sentada, veo esa luz especial que baña las copas de los árboles, los campos y las montañas que asoman un poco más en la lejanía.
Estoy en silencio, así que escucho el tráfico de coches que van arriba y abajo, los distintos pájaros cantan y grupos de personas que van a dar un paseo o el rebote de una pelota de las familias que van a jugar ahora que no hace tanta calor.
Tendría que estar buscando información para mi ensayo teórico, pero en cambio aquí estoy. Mirando por la ventana, embobada ante tanta belleza. Así lo veo a través de mis ojos. Me siento muy afortunada, me inunda una tremenda sensación de dicha y gratitud. No me plantearía pedir nada más de lo que tengo aquí y ahora, porque es lo que se me ha dado. Y está bien.
Con sus cosas buenas y las que no lo son tanto. Bienvenidas sean todas porque forman parte de la vida. Me reconforta poder sentirme así, sabiendo que esta sensación no me va a durar para siempre pero va a volver pase lo que pase o esté donde esté. Claro que podría ponerme a sentir todas esas sensaciones incómodas o pensamientos desagradables. Pero no me vale la pena prestarles atención y prefiero confiar en esta sensación de que todo está bien.Todo está bien aunque aparentemente también esté mal. Solo puedo decir: gracias.
En breve podré ver cómo el sol se acaba escondiendo detrás de las montañas.