Desde hace unos meses parece que todo se está moviendo un poco más en el mundo de las AACC. Esto me parece algo muy bueno y positivo, por otro lado hace se me planteen muchas de las preguntas y reflexiones que he ido teniendo a lo largo de los años desde que descubrí todo esto.
Una de las preguntas que me hago es esta, ¿De qué queremos hablar cuando hablamos de altas capacidades? ¿Y para qué?
Otra de las preguntas que me hago es: ¿Qué necesitamos los que formamos parte del colectivo?
No siempre queda claro a que nos referimos cuando hablamos de ello. Que predomine más un punto de vista, no quiere decir que no pueda ser debatido o mejorado, ni el único. Lo peor es que se mezclen con nuestras necesidades personales y vayamos de un lado para el otro siguiendo visiones sin saber realmente lo que nos quieren vender.
Algo que llevo notando desde el inicio, son las ganas de insistir en que las altas capacidades son un constructo social, no existen, no aluden a nada real y no se trata de ser o no ser.
Pues bien, entiendo que esto se diga desde una visión social, en la cual se ve las altas capacidades como un bien social y algo a desarrollar.
Únicamente se piensa en capacidad (alta). Despierta grandes intereses desde hace muchos muchos años.
Un punto de llegada que tiene que ver con el rendimiento y como instrumento para obtener avances en un país o en la humanidad. Y precisamente un concepto como el de capacidad es demasiado abstracto y maleable como para ir sentando cátedra sobre ello y decidiendo quién está «obligado» a llegar más lejos y quién no.

No en vano hay autores que hacen este tipo de afirmaciones:
«Al principio, pensaron que esta dotación natural podía definirse y captarse fácilmente. Ahora, ni siquiera se considera que la superdotación esté en la cabeza (algo innato), sino que se distribuye entre la persona y la tarea que se realiza, con herramientas recursos y apoyos que conectan a ambos.
A medida que se ampliaba el alcance de la investigación, el término superdotado empezó a perder su poder mágico y se disolvió en algo indefinible.
En la práctica, la arbitrariedad de la identificación de los superdotados se hizo evidente y finalmente la gente tuvo que enfrentarse al duro despertar de que la superdotación es una construcción social.
Los primeros pioneros en investigarla tenían la firme convicción de que la superdotación reside en la persona y es una especie de aptitud permanente.
En esta nueva concepción de superdotación los criterios se desplazaron del rendimiento en los test al rendimiento en las tareas como prueba de la superdotación, dando cabida a la motivación.
El significado de la superdotación se impone con fines sociales y prácticos, en lugar de estar dictado por una realidad «objetiva» independiente al observador.
Resulta ser una decisión humana, basada en lo importante que pensamos que es para explicar los altos niveles de rendimiento y competencia humana en una determinada línea.»
Referencia: A History of Giftedness: A Century of Quest for Identity. David Yun Dai (2018)
¿Tiene algo de malo querer que una sociedad desarrollo el talento de las personas? No. Al contrario.
Y en cambio, parecería que quieren obligarnos (disimuladamente y quiero creer que de forma inconsciente) a dejar atrás algo que para nosotros es evidente que forma parte de nuestra persona y no sólo tiene que ver con lo que describen.
¿Pero hace falta hacerlo a costa de negar la existencia de las personas que viven este rasgo como algo innato independientemente del nombre que le quieran poner los expertos del momento o el uso que le quieran dar los demás según su finalidad e interés social?
El duro despertar para mí es que las propias personas que formamos parte de este colectivo nos dejemos llevar por movimientos que nos niegan e instrumentalizan bajo bonitos argumentos.
El desarrollo del talento y de las capacidades debe ser promovido para todo el mundo y adaptado a las necesidades, por eso digo que hablamos de dos cosas que son paralelas.
Es que simplemente se habla de cosas distintas y ambas deberían ser respetadas. Y al mismo tiempo, se pone un peso impresionante en las personas a las que se las clasifica con esta etiqueta debido a las construcciones que se hacen alrededor de ello.
Nos tiramos piedras sobre nuestro propio tejado
Por eso, cuando nos niegan, es donde siempre discrepo y creo que en la alta capacidad intelectual hablamos de algo va más allá del constructo creado alrededor de la capacidad y lo que nos quieren hacer creer que es y no es.
Por eso también debemos poder hablar de la ACI como constructo psicológico y como realidad, por muy heterogéneos que seamos. Yo no veo a otros colectivos igual de heterogéneos que nosotros diciendo que no existen y que son un constructo social.

Igual que en otros constructos psicológicos se ponen unos límites porque hay una serie de características que hacen que esa población tenga que clasificarse como diferenciada, en la alta capacidad también sucede. Obviamente no debe ser algo fijo, eso sería absurdo.
Ni en las clasificaciones de los trastornos es así, igual que en muchas otras cosas. Por supuesto que el punto de corte es UN PUNTO DE CORTE. No habla de una realidad, igual que tantos otros constructos.
Por tanto, pensar en la alta capacidad desde el punto de vista de constructo social y como continuo hace que me pregunte hasta que punto nos beneficia si lo que queremos es ayudar también a entender esta singularidad y sus características. Y que sean atendidas en las escuela como tal.
Independientemente de la complejidad que tenemos delante para hacer todas estas descripciones, si que notas en muchas ocasiones y sabes quién es o no es de alta capacidad.
Esto va más allá.
Lo sientes. Negarlo es como negar lo que son las personas que conozco con este rasgo, es negar una parte de mí a favor de un constructo social y unos modelos que no tienen en cuenta esta singularidad y solo piensan en el capital humano.
Ya basta de seguir tirándonos piedras en nuestro propio tejado a costa de seguir unos modelos (la mayoría con mentalidad estadounidense) que lo único que hacen es diluir una realidad que merece ser descrita y reconocida.
Es evidente que hay un % de población bastante pequeña que tiene estas diferencias y las vive independientemente de dónde hayan llegado socialmente. Tenemos evidencias científicas basadas en estudios de neuroimagen que demuestran su existencia y que no tienen que ver con los logros o lo extraordinarios que han sido en sus comportamientos según el criterio social.
Y además tenemos nuestras experiencias propias, los que lo vivimos en nuestra propia carne.
¿Y tenemos que tragar que los propios expertos del campo nos digan que esto no es algo innato y tenemos que obviar que lo vivimos subjetivamente e intensamente y nos acompaña toda la vida? Por favor.
Así que, ¿De qué queremos hablar cuando hablamos de altas capacidades? Nadie dice que sea fácil, tampoco imposible.
